Fuente: www.rebelion.org/noticia.php?id=78891
La República Democrática del Congo se desangra. Se calcula que desde
1998 han muerto casi cinco millones y medio de personas y desde hace
unos meses los ataques se han recrudecido. No es casual que el país
tenga el 80% de las reservas mundiales de coltán.

El
Congo huele a sangre, enfrentamiento entre etnias, pobreza, esclavitud y
sobre todo a dinero. La antigua colonia belga tiene tanta riqueza que
con su explotación debería nadar en la abundancia, sin embargo lo que le
sobran son guerras. En su territorio alberga en grandes cantidades
cobre, cobalto, estaño, uranio, oro y diamantes, casiterita, wolframita y
sobre todo coltán. De este raro mineral se extrae el tantalio, que
posee una gran resistencia al calor y excelente conductividad, por lo
que es imprescindible para la fabricación de nuevas tecnologías. Desde
el móvil que usamos hasta las naves espaciales, pasando por los
ordenadores portátiles y las videoconsolas. Todas llevan coltán. La
mayor reserva de este material se encuentra en la República Democrática
del Congo (RDC). Posee el 80% del coltán existente en el planeta y
precisamente se encuentra en la zona en conflicto. Evidentemente, no
podemos apelar a la casualidad. La cuestión que surge es directa y muy
clara: ¿puede sobrevivir el mundo occidental a la escasez del coltán? La
respuesta es que no. Se hundirían las multinacionales y sobrevendría un
colapso económico, máxime ante la crisis global que vivimos. No es, por
tanto, buen momento para que el gobierno de la RDC cambie las reglas
del juego económico. De modo que, frente a los que afirman que el
conflicto del Congo se debe a una rivalidad de etnias -hutus y tutsis-,
son muchas las voces que señalan un conflicto económico de gran alcance
que se está desarrollando en este país.
Congo democrático y acorralado

Para
entender la dramática situación del Congo, debemos remontarnos hasta
1998, año en el que Ruanda y Uganda invadieron el país. Desde entonces
hasta 2003 se calcula que murieron en esa ocupación cuatro millones de
congoleños, ignorados por la prensa internacional y los países
occidentales. Ochocientas mil personas masacradas por año en silencio,
en el que se considera el conflicto con más muertos desde la Segunda
Guerra Mundial. En 2003 la ONU consiguió que se firmara un acuerdo de
paz y a finales de 2006 fue elegido democráticamente -en los primeros
comicios libres y plurales en cuarenta años- el presidente actual,
Joseph Kabila. Sus promesas fueron mantener la paz y reconstruir el
país, pero tras años de cruentos enfrentamientos necesitaba dinero
efectivo para reactivar Congo. Esperó ofrecimientos por parte de Estados
Unidos y Europa para venderles sus materias primas, pero nadie acudió.
Fue China quien le ofreció explotar los yacimientos y dar a la RDC el
30% de las ganancias. El acuerdo era mucho mejor que el anterior -las
empresas occidentales le daban por lo mismo entre un 5% y un 12 %- y
Kabila firmó. Desde entonces estalló el avispero y todos los actores
presentes en la región se pusieron en pie de guerra. El primero de ellos
Laurent Nkunda, un general rebelde congoleño de la etnia tutsi apoyado
por Ruanda. José García Botía, portavoz de los Comités de Solidaridad
con África Negra, sospecha que "Nkunda está agrediendo al Congo porque
el Gobierno congoleño en los últimos meses ha estado negociando
contratos mineros con China. Nkunda ha sido creado por Kagame
-presidente de Ruanda-, que recibe el apoyo de países occidentales, como
EEUU, Bélgica y Reino Unido. Por ejemplo, ahora que hay pruebas claras
del apoyo de Ruanda a Nkunda y de que este guerrillero ha cometido
bastantes masacres de población civil, el pasado 27 de noviembre de 2008
el Gobierno británico concedió una ayuda al Gobierno de Ruanda de 470
millones de libras. Una cantidad muy grande para un país muy pequeño. El
peso de los países europeos que apoyan a Ruanda en este plan es muy
importante. Además de Reino Unido tenemos a Bélgica, Holanda y ahora
Francia. Y ellos divulgan que Ruanda es un país modélico en África".
El papel de las multinacionales
Paralelamente
hay muchos dedos que apuntan que son las multinacionales, con la
complicidad de las potencias internacionales, las que han dado de nuevo
alas al conflicto. De hecho, Naciones Unidas hizo una investigación y
las conclusiones fueron que se trataba de una guerra dirigida por
«ejércitos de empresas» para hacerse con los metales de la zona,
acusando directamente a Anglo-América, De Beers, Standard Chartered Bank
y cien corporaciones más. Todas negaron estar involucradas, mientras
que sus gobiernos presionaban a la ONU para que dejaran de acusarlas.

Insiste
Botía "que detrás de todo ello están las multinacionales de estos
países occidentales, que ven con pánico que China empiece a firmar
contratos con el Gobierno Congoleño, pues su necesidad de materias
primas es enorme. Así que por una parte estas multinacionales están
sacando del Congo miles y miles de toneladas de minerales de muy alto
valor sin pagar nada al gobierno congoleño, y financiando guerrillas por
diversas partes del país para poder seguir saqueando el Congo a un
coste muy bajo. Por otro, China ofrece por los minerales importantes
cantidades de dinero y posee bastante liquidez, lo que supondría una
importante ayuda para sacar al país de la miseria. Por último, decir que
los minerales llevan catorce años saliendo por los países vecinos
-principalmente por Ruanda- y están sirviendo para enriquecer a
importantes grupos mafiosos que blanquean este contrabando". En medio de
todo ello, el gobierno del Congo ha recibido apoyo militar de Angola y
Zimbawe, países que ya le apoyaron años atrás, y es más que seguro que
desde todos los bandos se estén cometiendo atrocidades y crímenes contra
la humanidad.
La codicia alimenta un genocidio silencioso
Las
grandes víctimas de toda esta guerra económica que se está
desarrollando en el tercer país más grande de África son, sin duda, los
civiles. Cifras impresionantes que nadie sabe porqué, sólo ahora han
saltado a la primera plana de los periódicos. Más de cinco millones de
personas han sido masacradas desde 1998 en Congo, y desde ACNUR nos
confirman que actualmente hay 1.350.000 desplazados en el interior del
país: “Todavía hay mucha gente sin registrar porque se ha desplazado a
zonas a las que de momento no tenemos acceso, como Province Orientale
donde según las últimas estadísticas se superarían los 230.000
desplazados”. Las mujeres y niñas son sistemáticamente violadas, y
empleadas como arma de guerra. Los pequeños no se salvan de tal
barbarie: unos son obligados a trabajar en las minas de coltán a mucha
profundidad porque son los únicos que caben en ellas; miles de ellos
mueren sepultados, de hambre y de agotamiento. Se calcula que por cada
kilo de coltán extraído mueren dos niños. Otros son reconvertidos en
niños y niñas soldados; llegó a haber más de treinta mil reclutados y
quedarán entre tres y siete mil en activo, según datos de Amnistía
Internacional. Los enfrentamientos actuales han puesto de nuevo en
marcha este macabro sistema que se lleva a niños de sus aldeas para
participar en la guerra. Los que intentan escapar son torturados ante
sus compañeros para que sirvan de ejemplo. Hambre, desnutrición, sida,
malaria o tuberculosis se suman a una situación alarmante.

Los
agentes humanitarios se afanan en ayudar a la población. Francesca
Fontanini, responsable de ACNUR en Congo, nos informa desde el terreno
que “por el momento ACNUR puede realizar libremente su labor en los seis
campamentos alrededor de la capital del Kivu Norte (Goma) que acogen a
135.000 personas. Desde el comienzo de la crisis, hemos suministrado
ayuda y además ACNUR sigue con la construcción de un nuevo campo,
Mugunga II, situado al oeste de Goma. A él trasladaremos a 65.000
desplazados internos que se encuentran atrapados en los campos de
Kibati, al norte de Goma, situados a dos kilómetros de la línea de fuego
entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes.
Todavía más al norte de Goma, hay varios
campamentos
para desplazados y aldeas que han sido saqueadas e incendiadas, y de
las que la gente tuvo que huir hacia los bosques u otros campos y
pueblos. Estas personas necesitan con urgencia recibir ayuda
humanitaria. Por otro lado, el corredor humanitario establecido para
poder visitar e identificar a estas personas -cuya apertura contó con la
autorización de los rebeldes-, no está funcionando correctamente, para
gran frustración de los actores humanitarios”. Como respuesta, se
enviaron 17.000 cascos azules a la zona. La MONUC -es así como se conoce
a esta misión de la ONU en el Congo- es la fuerza de paz más numerosa
desplegada y se va a ampliar próximamente con la llegada de 3.000 cascos
azules más. Sin embargo, no han podido defender a la población de los
ataques de uno y otro bando. Incluso la población civil congoleña ha
hecho llegar sus quejas a los Comités con el África Negra: "son
numerosas las manifestaciones de la población congoleña contra los
cascos azules, denunciando no sólo que no les defienden de Nkunda, sino
que además les han visto transfiriendo armamento y víveres a las tropas
de Nkunda y dándole apoyo logístico -por ejemplo, dejándole usar
vehículos y helicópteros-". Francesca Fontanini nos informa de que “los
hechos han demostrado que los acuerdos se han convertido en papel
mojado. Los rebeldes de Nkunda se enfrentan tanto a los soldados de la
RDC como a otros grupos rebeldes nacionales y extranjeros presentes en
el territorio. Sin embargo, tanto los rebeldes como los soldados de
Kinshasa han cometido excesos y abusos. Según la ONU, soldados
gubernamentales llevaron a cabo pillajes, violaciones, y muertes en Goma
y los rebeldes han cometido expropiaciones forzosas en campos de
desplazados cercanos a la ciudad de Rutshuru. La MONUC desempeña un
papel muy importante y tiene el mandato de proteger a los civiles, pero
hay ciertos límites. La ONU no puede ponerse de parte de ninguno de los
grupos beligerantes”.
Soluciones pendientes de paz

Visto
el resultado, la militarización no es la solución, así que son muchos
los que se han puesto manos a la obra para buscar alternativas. Se tiene
constancia de que el odio entre hutus y tutsis no existía hasta la
llegada del presidente ruandés Kagame, que creó estas rencillas para
abonar su golpe de estado en 1994. Hay que acabar cuanto antes con él
para que no sea manipulado desde intereses económicos y políticos en la
retaguardia. Para ello un grupo de asociaciones -en las que participan
hutus, tutsis y congoleños-, reunidas bajo el Foro para la Verdad y la
Justicia en el África de los Grandes Lagos llevan a cabo dos
iniciativas: un foro de diálogo entre las diferentes etnias para iniciar
un proceso de búsqueda de soluciones empleando la palabra y no la
violencia; y también han interpuesto una querella criminal en la
Audiencia Nacional española acusando de genocidio y crímenes contra la
humanidad a la cúpula militar ruandesa. Para ello se basan en el
asesinato de nuevo cooperantes españoles que fueron testigos de diversas
masacres. Los Comités de Solidaridad con África Negra participan en el
proceso y dan más soluciones por boca de Botía: "Lo primero e
imprescindible es que se sepa la Verdad de cuanto allí sucede.
Hasta
que no sea pública no acabará el ciclo de violencia. La postura del
gobierno congoleño nos parece razonable, su país tiene materias primas
suficientes como para abastecer a chinos, europeos y americanos. Habría
que cambiar las reglas del juego para que las riquezas del Congo dejen
de salir por las mafias internacionales y salgan por mecanismos legales.
Hay un gran peligro en cómo se hacen las cosas ahora, porque están
muriendo millones de inocentes. Si realmente las mayores reservas están
en el este del Congo y desde 1998 todo este coltán sale sólo por Ruanda,
hay un problema: han dejado el monopolio de un mineral estratégico como
el coltán en manos de Kagame y grupos mafiosos. Si esto fuera así,
explicaría por qué la voluntad del presidente de un país tan pequeño
como Ruanda, sin recursos propios de valor, tiene tanto poder en los
dirigentes europeos. 'Kagame es intocable', nos han llegado a decir
altos mandos de la política exterior francesa. Pero, claro, no dicen por
qué". La relación de esta guerra con nuestro consumismo tecnológico es
directamente proporcional: las fechas del auge de ventas de teléfonos
móviles coinciden con aquellas en las que ha habido más muertos en
Congo. Esta vez no podemos lavarnos las manos, miles de muertos nos
señalan directamente. Empecemos por dar a conocer la verdad.