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martes, 4 de junio de 2013

Mijail Kilev: La autoridad de Stalin (3ª Parte)



5. Decisión, firmeza, rigor y exigencia sin compromisos

Estas cualidades de Stalin se habían formado y templado en las luchas, los arrestos y las deportaciones en los años anteriores a la Revolución de Octubre. Salían a flote en los sufrimientos por las dificultades encontradas en el camino de la edificación del socialismo y de la Gran Guerra Patria.

L. M. Kaganovich escribe que, ya en la época de Lenin: “en 1922, Preobrazhenski tomó la palabra para decir que Stalin estaba en dos Comités -el de las cuestiones nacionales, y el de la inspección obrera y campesina-. Lenin contestó que Stalin era el único en conocer la cuestión nacional, y que para la inspección hacía falta una mano firme”.

Y Kaganovich escribe también: “J. V. Stalin era de hierro, entero, siempre movilizado interiormente.”206 El antiguo Ministro de Agricultura de la URSS, I. A. Benediktov escribe: “La responsabilidad por los errores era individual y concreta. No como ahora, cuando miles de millones se esfuman pero no se encuentra ningún culpable. En nuestra época, una situación así era simplemente inconcebible. Un ministro que hubiera sobrepasado el presupuesto en dos o tres millones de rublos (equivalentes a 2 o 3 millones de dólares -nota del traductor) arriesgaba no sólo su puesto, sino también su vida. A lo mejor esto les parecerá cruel a algunos, pero desde el punto de vista de los intereses del pueblo, del Estado, esta actitud está totalmente justificada, según mi opinión.”

Este rigor y esta exigencia sin compromisos por parte de Stalin fueron decisivos durante la Guerra Patria. El Mariscal Zhukov escribe a este propósito: “Por su exigencia inquebrantable, Stalin lograba lo imposible.”208
Y el Mariscal Vasilevsky escribe: “Un componente del estilo de trabajo de J. V. Stalin como Comandante en Jefe, era su gran exigencia. Su tono era severo, lo que estaba totalmente justificado en las condiciones de la guerra. No perdonaba jamás la inexactitud en el trabajo y la incapacidad de llevar un asunto hasta el final, incluso si esto era el hecho de un camarada irreprochable que no había recibido observación alguna anteriormente.”

El Mariscal Vasilevsky da el ejemplo siguiente: “Temprano, en la mañana del 17 de agosto de 1943, estaba en las primeras filas del mando del 46° ejército. Recibí de Stalin el telegrama siguiente:

“Al Mariscal Vasilesvsky. Son las 3h. 30 del 17 de agosto, y no ha tenido todavía la cortesía de enviar al Mando Supremo el informe sobre la operación del 16 de agosto y su estimación sobre la situación. Desde hace mucho le había pedido que enviara al final de cada día, como representante del Mando Supremo, los datos específicos de la operación. Casi siempre se ha olvidado de su obligación y no ha enviado informe al Mando Supremo.

 El 16 de agosto es el primer día de una operación de gran importancia en el frente Sur-Oeste, donde usted es el representante del Mando Supremo. A pesar de todo, usted se ha permitido olvidar su deber acerca del Mando Supremo y no mandar los datos esperados. Le aviso, por última vez, que si usted se permite una sola vez más olvidar su deber acerca del Mando Supremo, será apartado del puesto de jefe del Estado mayor y retirado del frente.”

Este telegrama me causó pavor. Durante todos los años de mi servicio, pasados en ejército, no sufi-í ni la más mínima observación hacia mí. Todo mi error en el presente caso, consistía en el hecho de que el 16 de agosto, encontrándome en los ejércitos de Glagolev, como representante del Mando Supremo efectivamente retrasé por unas horas el informe regular. Durante todo mi trabajo con José Stalin, sobre todo durante la Guerra Patria, sentía siempre su gran atención, diría incluso una preocupación excesiva hacia mí, que me parecía no merecer. ¿Qué pasó? Después de mi regreso al puesto de mando del fi-ente, llamé inmediatamente a mi primer sustituto en el estado mayor, A. I. Antonov. Sentía que estaba tan emocionado por lo que había sucedido que intentaba tranquilizarme por todos los medios. Me dijo que mi informe, el que Stalin me había reclamado, había llegado al Mando Supremo, pero después del envío del mensaje de Stalin. Antonov añadió, tranquilizándome, que Stalin le había dado la consigna de no comentar con nadie el contenido de esta carta y conservarla personalmente. Me confió también que el débil avance de la ofensiva en los frentes de Voronezh y del Sur-Oeste inquietaba mucho al Comandante Supremo. No habiendo recibido mi informe, Stalin había intentado localizarme por teléfono, sin lograrlo. Y entonces había dictado a Antonov el texto mencionado.

Añadiré solamente que Stalin siempre era tan categórico. Exigía una disciplina igual para cada uno de los representantes del Mando Supremo. Teníamos derecho a desplazarnos según nuestro criterio, pero sólo en los límites de los frentes de los cuales debíamos coordinar las acciones. Para ir a otro frente hacía falta una autorización especial del Comandante Supremo. Considero que la falta de relajación hacia los representantes del Mando Supremo estaba justificada por los intereses de la dirección operacional de las batallas. El Comandante Supremo seguía muy atentamente el desarrollo de los acontecimientos en los frentes, reaccionaba con prontitud a todos los cambios ocurridos y llevaba con firmeza la dirección de los ejércitos”.

Hay personas mal informadas, o políticamente comprometidas, o enredadas (manipuladas) por la propaganda imperialista que dicen: “no es exigencia, es crueldad”. El hecho es que este comportamiento significa una responsabilidad excepcionalmente grande ante la Patria y el pueblo, en las crueles condiciones de la lucha decisiva para el país. Esta exigencia no sólo era indispensable, sino inevitable y útil para el desarrollo victorioso de la URSS y principalmente para la victoria de la Gran Guerra Patria.

Vamos a citar una vez más al Mariscal Vasilevsky sobre este tema: “quisiera subrayar otra vez, que los ejércitos soviéticos resistieron, retuvieron la presión del enemigo que nos sobrepasaba en potencia y en armamento, gracias al gran papel que jugó la dirección infalible del Comité Central del Partido y del Comité de Estado para la Defensa, con Stalin a su cabeza”.

El Mariscal Vasilevsky escribe también: “en mi memoria Stalin permanece severo, con una gran voluntad como dirigente militar, combinada con un encanto personal”.

En lo concerniente a su encanto, el Mariscal K. K. Rokosovsky, citando una de las innumerables discusiones que había mantenido con Stalin durante la guerra, escribe: “Tomé el auricular y me anuncié. Como respuesta oí la voz tranquila y monótona del Comandante Supremo. (…) Le expuse las medidas del contraataque previstas. “Les rogamos resistan todavía cierto tiempo, nosotros les ayudaremos”. Su voz cálida y paternal daba seguridad, vigor, amparaba moralmente”.

6. Colosal talento organizador

Las cualidades organizadoras de Stalin se demostraron ante todo durante la guerra, cuando tomó sobre sus hombros el peso de la responsabilidad histórica en el Partido, en el Estado y en el Ejército. Durante estos años era:

Secretario General del Comité Central del Partido Comunista,
Primer Ministro de la URSS,
Ministro de Defensa de la URSS,
Presidente del Comité de Estado para la Defensa de la URSS,
Comandante Supremo de las fuerzas armadas de la URSS.

La concentración de tantas grandes responsabilidades (sin aumento de salario) por una sola persona, en un gran país como la URSS, no tiene precedente en la historia de la humanidad. Hay personas mediocres que no se imaginan la pesadez de tal tarea: los que han considerado este hecho como un centralismo antidemocrático, y lo han llamado “totalitarismo”. Pero la vida y la práctica social han demostrado la necesidad de tal centralización en las condiciones históricas concretas de la aguda lucha de clases.

En los años de la edificación del socialismo en la URSS, la lucha de clases era despiadada. Para resistir y para que el socialismo triunfase, hacia falta una disciplina de hierro, una constante vigilancia revolucionaria y una gran centralización de la dirección del país. Los millones de habitantes de la URSS lo entendían, y llevaban con entusiasmo el nombre de Stalin en todas las batallas, tanto en la vida civil como en el frente.
Son esta confianza y esta estima hacia su dirigente, las que han permitido realizar los éxitos socialistas en unos plazos muy cortos: la industrialización, la colectivización, la revolución cultural y la preparación del país para la guerra. El papel decisivo para estos éxitos fue interpretado sin duda alguna por los cuadros dirigentes del Partido Comunista y del país, bajo la dirección de Stalin.

S. M. Kirov decía, en 1934, el año de su trágica muerte, que Stalin poseía una “voluntad potente y un talento organizador colosal”.

Las cualidades personales de Stalin y, en primer lugar, sus capacidades organizadoras se han revelado como el factor decisivo para los éxitos de la URSS.

LA AUTORIDAD DE STALIN ESPARCÍA ESPERANZA Y OPTIMISMO Y DABA VALOR A LAS MASAS, QUE ESTABAN DISPUESTAS A SACRIFICARSE PARA LA EJECUCIÓN DE LOS PLANES DEL PARTIDO.

La centralización de todo el poder de la Unión Soviética en manos de una persona, cuya autoridad inspiraba confianza, esperanza y optimismo, se ha revelado todavía más útil en los años de guerra.
El Mariscal Vasilevsky escribió:

“Stalin no era un militar profesional. ¿Estaba justificado entonces que fuese escogido para estar a la cabeza del Mando Supremo? Sí, sin duda alguna, estaba justificado. (…) En este periodo extremadamente difícil, siguiendo la experiencia de Lenin en la guerra civil, la mejor solución era la concentración de las funciones de dirección del Partido, del Estado, de la economía y de las operaciones militares, en manos de una sola persona. Debíamos organizar al país como un campo militar, hacer del frente y de la retaguardia un todo unido, someter todas nuestras fuerzas a la tarea del aniquilamiento de los conquistadores fascistas alemanes. Y, cuando Stalin, como Secretario General del PCUS, presidente del Consejo de los comisarios del pueblo, presidente del Comité de Estado a la Defensa, se hizo comandante en jefe y Comisario del pueblo para la defensa, las posibilidades de victoria en la guerra se ampliaron considerablemente.

Una unificación así de las funciones de dirección del Partido, del Estado y de la dirección militar en la persona de Stalin, no significaba que en los años de guerra decidiera todas las cuestiones por su simple voluntad”.

A.M. Vasilevsky, también escribe:

“Puedo proporcionar documentos que testifican sobre el gran papel del Comandante Supremo en la dirección de los frentes, que demuestran que estaba a la altura tanto como organizador que como dirigente de las acciones de nuestros ejércitos”.

El Mariscal Zhukov escribe:

“El Comandante Supremo -por su organización de todos los suministros necesarios para las operaciones, la constitución de reservas estratégicas, la organización de la producción del material de guerra y, en general, por la creación de todo el contingente necesario para la guerra- se mostró como, diría yo directamente, un GRAN ORGANIZADOR. Sería injusto no reconocerlo”

Y el Mariscal Zhukov subraya: “Sin duda alguna, Stalin era un Comandante en jefe meritorio”.Tales son los hechos y las realidades históricas.

Son convincentes. Muestran lo acertado de la dirección del país por Stalin.

En presencia de hechos y de pruebas de esta índole, es triste ver algunos científicos, profesores y académicos, escribir todavía para “demostrar” que la URSS en la época de Stalin tenía una dirección “totalitaria”, denominando su poder: “totalitarismo estalinista” -según fórmulas elaboradas por las agencias y las oficinas de la CIA.

Después de todo lo que hemos expuesto más arriba sobre los méritos del Comandante Supremo para la victoria sobre Alemania, y para los éxitos innegables de la edificación del socialismo bajo su dirección, de los cuales han atestiguado grandes dirigentes militares del Ejército soviético, es apenas necesario demostrar la injusticia de tales afirmaciones.

Señalaremos a pesar de todo:

La noción de “totalitarismo” viene del término en latín tardío “totalis” que quiere decir: entero, pleno. En política, significa la concentración de todo el poder, del pleno poder en manos de una sola persona o de un organismo estatal.

La noción de “totalitarismo estalinista”, es introducido en el vocabulario político contemporáneo por los enemigos del socialismo para oponerla al poder capitalista supuestamente democrático, que no sería centralizado, que no sería, entonces, totalitario. El objetivo final es el de criminalizar al poder de los Soviets (“Consejos” -nota del traductor), presentándolo como un poder antidemocrático.

La concentración de un poder enorme en manos de una sola persona, en las condiciones históricas de realización de una sociedad socialista, única en el mundo, y de una terrible guerra, fue NECESARIA y ÚTIL, con la condición de una política justa. F. Engels escribe a este propósito: “cuando se me habla de autoridad y de centralización como de dos cosas condenables en todas circunstancias, entonces me parece que los que hablan de eso, o son revolucionarios únicamente de boquilla, o no saben lo que es la revolución…Precisamente, la centralización y la autoridad fue lo que le faltó a la Comuna de París”

La concentración del poder en manos de una sola persona no significa la toma de decisiones individual. Es más bien lo contrario: durante todo el período de la edificación del socialismo y durante los años de guerra, José Stalin como dirigente, consultaba y se apoyaba sobre el colectivo de especialistas en el Comité Central del Partido Comunista, sobre los especialistas cualificados y los ministros del Consejo de Ministros, así como sobre el Estado mayor del Ejército Soviético, y sobre la experiencia de los comandantes de los frentes durante los años de guerra.

La decisión de conciliar un poder enorme en manos de Stalin, se ha demostrado justa y clarividente. Estaba fundamentada sobre sus cualidades personales. Porque bajo su dirección los pueblos soviéticos han alcanzado victorias históricas inauditas -la edificación del socialismo-, sin disponer de ningún otro ejemplo de una sociedad sin clases, y la victoria sobre la barbarie fascista, cuya potencia era claramente superior.
Desde luego, la personalidad y las cualidades del que detiene el poder son decisivas para la utilización victoriosa de éste. Stalin poseía estas cualidades y esta personalidad.

Pero lo que es todavía más importante: ¿qué intereses favorece este poder?

En la época de Stalin, este poder sirvió a los intereses vitales de las masas trabajadoras, cumpliendo un papel progresista, revolucionario e histórico.

En cambio, si la concentración del poder está en manos de monarcas, de presidentes o de organismos burgueses, sirviendo los intereses de la clase explotadora, esto quiere decir que es antipopular, antidemocrático y reaccionario.

Por consiguiente, el fenómeno social que emana de la concentración del poder puede ser negativo o positivo.

El poder descentralizado -”no-totalitario”- de los grandes países capitalistas, es reaccionario, antipopular y antidemocrático, ya que sirve los intereses de una minoría explotadora, la clase capitalista.
Es espeluznante que haya intelectuales y científicos que puedan utilizar la noción de “totalitarismo”, cuyo objetivo evidente es el de calumniar y de denigrar el poder soviético, principalmente el de la época de Stalin. Esto significa que siguen “masticando” y “chupando” el biberón de este invento plagado de sinsentido: el “culto” a la personalidad de Stalin.

Es imperdonable que algunos científicos pongan el signo de igualdad entre dictadura fascista y dictadura del proletariado. No quieren ver, ni reconocer la diferencia fundamental entre la dictadura fascista del gran capital financiero burgués y la dictadura del proletariado, que reconoce y asegura la transición victoriosa del capitalismo al comunismo.

Citaremos aquí al disidente soviético, A. Zinoviev: “Occidente ha impuesto a la humanidad una visión errónea del fascismo y del comunismo como fenómenos similares, como variantes de un “totalitarismo” cualquiera. ¡Y millones de personas se han tragado esta mentira de la ideología occidental!”.

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