Aunque oficialmente la guerra fría haya terminado, el anticomunismo está muy vivo y presente en toda clase de discursos –críticos, históricos y políticos–, teniendo una amplísima influencia tanto en la academia como en la sociedad en general. Durante aproximadamente tres décadas o más, el comunismo ha funcionado como el gran innombrable en la postestruturalista “guerra contra la totalidad “. Los ataques contra el “logocentrismo” del “racionalismo occidental” han apuntado generalmente contra el legado burgués de la Ilustración pero, si analizamos el lenguaje de estos ataques, Marx aparecerá en el punto de mira tanto o más que Locke o Rousseau.
Presentada
como la crítica al “reduccionismo de clase” en nombre de un modelo
“intergrupal” de género, raza y clase, y de la relación del discurso con
la ideología, esta antipatía hacia el marxismo ha penetrado
profundamente en el substrato cultural, ejerciendo una poderosa y
permanente influencia incluso (o tal vez especialmente) en los
académicos que presumen de estar “más allá de la teoría” y de haber
regresado a lo particular. Y aunque el impacto de este anti-marxismo se
halle limitado en gran parte a la academia cuando se expresa en un
lenguaje sumamente teórico, se extiende por toda la sociedad a través
del periodismo y de las declaraciones de intelectuales públicos, por un
lado, y de estudiosos y profesores por el otro, para darse la mano con
los conceptos de guerra fría del autoritarismo rojo, conceptos que nunca
han abandonado el escenario.
Llevo
algunos años investigando la historia de la Tercera Internacional y, en
particular –con la ayuda de académicos rusos afincados en la antigua
URSS–, he estado investigando lo que se ha publicado de los archivos de
la era soviética anteriormente secretos. Lo que he descubierto ha sido
una evidencia masiva de que una extraordinaria cantidad de mentiras han
formado parte –y todavía forman parte– de los relatos de la historia
comunista y política que disfrutan de un estatus prácticamente
incontestable en los EEUU y en todo el mundo occidental, tanto entre los
académicos como entre el público en general.
Es
decir, lo que he descubierto es que lo local y particular o –utilizando
una palabra pasada de moda pero indispensable, los “hechos”– no sólo
pueden ser fetichizados y descontextualizados, sino también
sencillamente inventados. Y esta falsificación (o para decirlo todavía
con menos rodeos, esta mentira) puede pasar prácticamente inadvertida
mientras concuerde con conceptos incuestionados pero ampliamente
populares acerca del reduccionismo y el autoritarismo de izquierdas.
En
nuestro ambiente académico actual, la atracción postestructuralista
hacia la disociación fragmentaria y la antipatía hacia la totalidad se
alía estrechamente con el discurso heredado del anticomunismo. Y la
actual tendencia historicista a ver los “hechos” como funciones de
“discursos” –y en consecuencia no susceptibles de ser sometidos a
juicios de verdad o falsedad– hace todavía más difícil la tarea de
recuperación y de reconstrucción históricas. Sin embargo, cada vez más
personas estamos comprometidas en esta tarea.
Me
gustaría destacar brevemente algunas de mis conclusiones, que revelan
la indiferencia y el desprecio hacia los hechos que caracteriza a la
mayoría de los académicos –en realidad, pseudo-académicos–
anti-comunistas al abordar el asunto de la antigua Unión Soviética.
En
su reciente y aclamada biografía de Stalin, el académico Robert Service
escribe que el mariscal Mijail Tujachevsky, detenido en mayo de 1937
bajo la acusación de colaborar con el ejército alemán y japonés para dar
un golpe de estado en la URSS, confesó sólo dos días después de su
detención:
“Tujachevsky fue ejecutado
el 11 de junio; había firmado una confesión con una mano manchada de
sangre después de una terrorífica paliza”. (349)
Esta
declaración no solamente es falsa, sino que constituye una mentira
deliberada. No existe ninguna “huella digital ensangrentada” en el papel
con la confesión del Mariscal, y tampoco ninguna prueba de que
Tujachevsky fuera golpeado o amenazado de ningún modo. Pero ¿cuántos de
sus lectores tienen la posibilidad de conocer esto? [2]
Esta
carencia de cualquier intento serio de objetividad en el estudio y
análisis de fuentes y pruebas acerca de la historia del movimiento
comunista en el siglo XX, es el foco de mi investigación y el tema de mi
ensayo. Me gustaría introducir brevemente algunos asuntos sobre los que
he estado trabajando.
1. El discurso de Jruschev fue una mentira
El
26 de febrero de 1956, en el XX Congreso del Partido Comunista de la
Unión Soviética celebrado en Moscú, Nikita Jruschev pronunció su famoso
discurso “Sobre el Culto a la Personalidad y Sus Consecuencias”. En
términos de sus consecuencias, seguramente fue el discurso más
importante del Siglo XX, y tal vez de todos los tiempos. Asestó un golpe
mortal al movimiento comunista internacional, del que éste todavía no
se ha recuperado.
Los académicos,
periodistas, científicos políticos e historiadores todavía hablan de las
“revelaciones” de Jruschev, la “exposición”, etc. de los “crímenes” de
Stalin en este discurso. Pero ¿cuántos saben que todas y cada una de las
supuestas “revelaciones” pronunciadas por Jruschev en su discurso eran
falsas? ¿No “algunas” o “la mayoría”, sino todas y cada una? He pasado
buena parte de los últimos años documentando este hecho.
Esas
mismas “revelaciones” de Jruschev son la base sobre la que se ha
construido la subsiguiente teoría marxista y comunista, así como la
propaganda anticomunista. Y -debo decirlo una vez más- todas ellas son
falsas.
Nadie puede dudar de que
Jruschev y Cia. ciertamente odiaban a Stalin. Pero no podían hacer
ninguna crítica sincera de Stalin, es decir, ninguna que se atrevieran a
declarar en voz alta. En suma, detrás del “Discurso Secreto” conocido
hay otro “discurso secreto” que nunca fue pronunciado, y que constituye
el verdadero motivo del ataque contra Stalin. Para una descripción de
los verdaderos motivos por los que Jrushchev y Cia. odiaban a Stalin,
remito a mi artículo publicado en dos partes en “Cultural Logic” en el
2005, titulado “Stalin y la Lucha por las Reformas Democráticas”.
También he completado una monografía mucho más larga en la que examino
las supuestas “revelaciones” de Jruschev presentadas en su famoso
discurso –más de 50 de ellas– y en la que documento, con pruebas
procedentes de los archivos soviéticos antes secretos, que prácticamente
todas y cada una de tales revelaciones son falsas.
¿Cuáles
son las implicaciones para nuestra comprensión de la historia del
movimiento comunista, del socialismo “realmente existente” y de la
teoría marxista? Pues que todos ellos deben ser estudiados de nuevo,
repensados de principio a fin. Uno de los mejores investigadores
norteamericanos del período de Stalin en la URSS, J. Arch Getty, ha
calificado a la investigación histórica realizada durante el período de
la guerra fría como “productos de propaganda” –la “investigación” no
puede limitarse a criticar o tratar de corregir sus partes individuales,
sino que debe ser rehecha desde el principio. Yo estoy de acuerdo con
Getty, pero añadiría que esta “investigación” tendenciosa, políticamente
sesgada y deshonesta, todavía se está produciendo hoy en día y
desgraciadamente es la dominante.
2. Objetividad: el caso de los Juicios de Moscú
En
1936, 1937 y 1938 se celebraron los famosos Juicios de Moscú. Entre los
acusados se encontraban muchos importantes Bolcheviques y colaboradores
de Lenin. Los cargos contra ellos incluían crímenes tales como el
asesinato, el sabotaje económico, planear un golpe de estado y el
asesinato de Stalin y de otros dirigentes comunistas, y conspirar junto
con el ejército alemán y japonés.
En
aquella fecha, la opinión sobre los Juicios estaba muy dividida. Pero
desde Jruschev, de manera amplia se ha asumido –ésta es la palabra
correcta- que los acusados eran inocentes, y que sus confesiones fueron
forzadas de algún modo. Durante los últimos años de existencia de la
Unión Soviética, el gobierno de Gorbachev y el Partido Comunista
declararon prácticamente a todos estos acusados como “rehabilitados” –lo
que significaba que se les declaraba inocentes. Sin embargo, no se
presentó ninguna prueba de su inocencia. Los miembros de las comisiones
de “rehabilitación” –cuyos materiales han sido publicados durante los
últimos 15 años– estuvieron seriamente preocupados por este asunto.
Durante
los últimos años, me he esforzado por reunir y estudiar todo el
material de los archivos soviéticos anteriormente secretos que ha sido
publicado y que se refiere a estos Juicios. Sólo se ha publicado una
parte muy pequeña de lo que sabemos que sigue existiendo. De todos
modos, los archivos conocidos permiten –o más bien exigen– el total
replanteamiento de la historia soviética.
León
Trotsky fue un conspirador procesado in absentia en cada uno de los
tres Juicios de Moscú. Muchos de los acusados dijeron que Trotsky
colaboraba con los fascistas alemanes y japoneses. Ésta era una
acusación que muchos encontraron entonces difícilmente creíble, y que
Trotsky rechazó con indignación.
Muchos
consideran estas acusaciones –contra los acusados de los Juicios de
Moscú y contra Trotsky– tan vergonzosas que las mismas casi nunca se
toman en serio hoy en día. Lo que es más, nadie –por lo que puedo
determinar– se ha molestado siquiera en buscar los documentos de los
antiguos archivos soviéticos para ver lo que hay en ellos. Yo sí lo he
hecho, y en consecuencia me gustaría decir unas palabras al respecto.
Lo
que domina la discusión sobre la culpa o la inocencia de los acusados
en los Juicios de Moscú es la absoluta falta de objetividad, y hasta del
más mínimo intento de ser objetivo. La argumentación basada en el
insulto, la invención y el rechazo airado, o simplemente la asunción de
lo que debe demostrarse, caracteriza esta discusión a todos los niveles.
Lo
anterior es un gran problema y un peligro grave para aquellos de
nosotros ubicados en la tradición marxista. Pensar de esa forma excluye
la posibilidad misma de que una persona pueda alguna vez descubrir la
verdad.
Marx y Engels escribieron que
el proletariado “no tiene nada que perder, salvo sus cadenas”.
Interpreto que esto implica que los que estamos al lado de la clase
obrera no deberíamos tener miedo de afrontar la verdad y de aprender de
ella, independientemente de cuánto pueda sacudir dicha verdad nuestras
“preciosas” ideas preconcebidas.
Marx
también escribió que deberíamos “dudar de todo”. Si esto no significa
“cuestionar nuestras propias ideas preconcebidas”, entonces no significa
nada.
Una parte esencial de la
objetividad consiste en reunir todas las pruebas, estudiarlas
cuidadadosamente, y luego ver qué hipótesis es apoyada por la
preponderancia de las pruebas. Si nuevas evidencias salen a la luz,
habremos de estar preparados para cambiar nuestras conclusiones, si
fuera necesario, con el fin de dar cuenta de las evidencias.
La
cuestión de la supuesta colaboración de Trotsky con los alemanes y
japoneses es tan buena como cualquier otra para ser considerada, y por
tanto me gustaría hablar un poco de la misma.
No
es objetivo declarar la idea como “absurda” desde un principio. Ello no
sería diferente de declararla como “cierta” desde el principio. Lo que
tenemos que hacer es considerar las pruebas. Ninguna persona objetiva
rechazaría las transcripciones de los Juicios. Las confesiones de los
presuntos conspiradores son pruebas –para ser refutadas o corroboradas
por el análisis o por pruebas adicionales.
Puede
estar más allá de la capacidad de la mayoría de los estudiosos e
investigadores acercarse a esta cuestión de manera seria. Pero no estaba
más allá de la capacidad de Trotsky hacerlo así. Trotsky pudo o no
haber conspirado con los alemanes y/o los japoneses. Pero Trotsky era un
hombre muy inteligente.
Trotsky no
calificó las acusaciones contra él como “absurdas”, “locas”, etc. Sabía
que, si hacía eso, muchas personas objetivas no sólo no le creerían,
sino que perderían el respeto hacia él y se preguntarían por qué no se
estaba tomando los Juicios en serio. Por eso impulsó la “Comisión
Dewey”, donde testificó él mismo, pidió a sus seguidores que
testificaran, obtuvo testimonios del extranjero, etcétera.
En
suma, las transcripciones, pruebas y testimonios tanto de la Comisión
Dewey como de los Juicios de Moscú deben ser tenidoas en cuenta y
estudiados en su totalidad.
Y hasta
el final de la URSS así estuvieron las cosas. Ninguna prueba adicional
se hallaba disponible de ningún modo. Jruschev, los “jruschevistas” como
Roy Medvedev, Gorbachev y los “rehabilitadores” nunca proporcionaron
ninguna prueba acerca de la cuestión de Trotsky y los
alemanes/japoneses.
Pero ahora, desde
el final de la URSS, contamos con más pruebas de los antiguos archivos
soviéticos. No tantas como nos gustaría tener, desde luego. ¡Los
historiadores nunca están satisfechos, y siempre quieren más y más
pruebas! Sin embargo, no podemos decir que tengamos pocas pruebas; y
todas ellas apoyan la acusación de que Trotsky, de hecho, conspiró con
los alemanes y los japoneses.
Durante
el año pasado investigué y bosquejé un artículo en el que traté de
reunir todas estas pruebas. No está listo para la publicación aún. Pero
puedo decir dos cosas, ya que no hay nada secreto en este asunto:
* una abrumadora cantidad de NUEVAS pruebas sugiere que Trotsky colaboró, de hecho, con los alemanes y los japoneses.
*
no existe ninguna “pistola humeante”. En este asunto hay que sopesar
pruebas circunstanciales actualmente disponibles para los
investigadores. Si se hacen disponibles más pruebas, entonces un
especialista objetivo estará preparado para cambiar sus conclusiones, e
incluso podrá cambiar sus conclusiones totalmente.
Si
éste fuera un asunto del que nadie se preocupara o no tuviera ideas
preconcebidas sobre él –algo que pudiera ser examinado con, digamos, la
misma distancia que los jurados supuestamente tienen, y muy a menudo
tienen de hecho, repeto a un caso sobre el que están obligados a
decidir– sencillamente no habría ninguna controversia. Trotsky sería
hallado “culpable”, porque las pruebas van “más allá de la duda
razonable”. No más allá de cualquier duda concebible, desde luego; no es
algo “seguro” –pero ¿cuántas cuestiones en la historia son “seguras”?
De todos modos, las pruebas que tenemos contra Trotsky exceden
enormemente a cualquier prueba de su inocencia, y ciertamente superan
con mucho a sus propias negaciones.
Mientras
llevaba a cabo esta investigación, tuve que cambiar mis propias ideas.
Yo estaba dubitativo –es decir, con una mente abierta– acerca de todo
este asunto. ¿Qué me costaba decir: “Stalin, o Ezhov, tendieron una
trampa a Trotsky”? ¡Nada! Así que también estaba preparado para
encontrarme con esto. Pero, en cambio, encontré justamente lo contrario;
lo mismo que encontraría cualquier estudioso objetivo que estudiara las
pruebas ahora disponibles. [3]
A
propósito, he hecho lo mismo con Bujarin. Es un dogma del anticomunismo,
ya sea liberal, conservador, ruso, occidental, etc., que Nikolai
Bujarin, quien confesó y fue condenado en los Juicios de Moscú de 1938,
era de hecho “inocente”. Rubashov, el héroe de ‘Cero y el Infinito’ de
Arthur Koestler, que confesó haber abandonado la “lealtad al Partido”,
estaba basado en Bujarin. No obstante, la enorme cantidad de pruebas que
ahora tenemos sugiere que Bujarin fue culpable precisamente de lo que
él mismo confesó, tanto antes como durante su Juicio. Decir esto es
simplemente tabú, “el tabú”. Pero es así.
¿Todo esto –las pruebas, y un estudio objetivo de las mismas– van a cambiar el punto de vista de alguien? Dos cosas:
*
“Cambiar el punto de vista” no me interesa. El trabajo del investigador
es científico. Reunir pruebas; estudiarlas con cuidado; extraer las
conclusiones. Ser objetivo. Seguir las pruebas y la lógica, “y dejar que
la manzana caiga donde deban caer”. “¡Di la verdad y corre!” (el título
de la autobiografía del gran periodista George Seldes).
*
Muchas personas son capaces de ser objetivas. A menudo hablo con mucha
gente joven que ve los horrores del capitalismo. ¡Ellos quieren cambiar
el mundo –y muy bien por ellos! Comprenden que la herencia del
movimiento comunista tiene que ser estudiada, pero estudiada
críticamente. Ellos quieren ser objetivos porque ven –más claramente que
muchos de mi propia generación– que la objetividad, la verdad, es el
ÚNICO camino adelante para la clase obrera. Yo también pienso esto.
Pero
hay personas que simplemente son incapaces de cuestionarse sus
prejuicios largo tiempo arraigados. La gente que defiende una
determinada causa –el trotskismo, el anticomunismo, el capitalismo, el
anarquismo, la socialdemocracia– considera a menudo que dicha causa
tiene más importancia que la objetividad. Y no van a cambiar de opinión
simplemente porque la evidencia diga que deberían hacerlo. Estas
personas no me interesan.
Como
marineros medievales cuyos mapas eran más imaginarios que basados en
hechos auténticos, hemos sido engañados por las historias canónicas de
la URSS, que son en su mayoría falsas. El proceso de descubrir la
verdadera historia del primer experimento socialista del mundo apenas ha
comenzado. Creo que esto tiene una importancia inmensa para la historia
del movimiento comunista, para el futuro del proyecto marxista, y para
el futuro de la sociedad humana.
Notas:
[1]
Recomiendo al lector interesado la lista de los trabajos de
investigación sobre la Unión Soviética durante la era de Stalin añadida a
este ensayo.
[2] Según una comisión
de la era Jruschev, las señales sobre un papel con las confesiones de
Tukhachevsky son de sangre. Aunque esto fuese verdad, e incluso si
fueran la sangre de Tukhachevsky –lo que no se ha demostrado– un vistazo
a las mismas muestra que no son “huellas digitales”. No hay ninguna
prueba en absoluto de que Tukhachevsky fuera “golpeado” ni de que
recibiera abusos físicos de cualquier tipo. Las manchas pueden ser
vistas en http://images.izvestia.ru/lenta/35492.jpg
[3]
Estoy preparando los estudios de pruebas en los casos de Trotsky y de
Nikolai Bujarin y, junto con un colega ruso, una edición de la Confesión
–antes inédita y no disponible– de Bukharin del 2 de junio de 1937.
El
autor del artículo Grover Furr, es profesor de Historia yLiteratura
Inglesa en la Universidad Montclair de Nueva Jersey (EEUU).Tiene una
página
web:http://www.chss.montclair.edu/english/furr/