¡Frente anticapitalista para avanzar! ¡Frente antifascista para evitar el retroceso!
La opción de los gobiernos del PT por
La gobernabilidad institucional burguesa y por "neo-desarrollismo"
capitalista es el principal responsable de la explosión de indignación
de sectores heterogéneos de la sociedad brasileña.
La opción por las alianzas con la
derecha para garantizar la gobernabilidad hace del gobierno rehén de
estas fuerzas conservadoras, llevando a que, en diez años, no se
produjera ni siquiera una medida de naturaleza socializante. Por el
contrario, el propio sector petista del gobierno fue el protagonista de
las medidas de carácter antipopular y contrarias a los trabajadores.
Los resultados de esto son la
reanudación de las privatizaciones a gran escala, la reforma de las
pensiones y la imposición de complementar la pensión de los funcionarios
públicos (FUNPRESP), la generalización de las particiones
público-privadas, la entrega de nuestras reservas de petróleo, la opción
por el agronegocio –en detrimento de la reforma agraria y la
agricultura familiar–, por el sistema financiero y los grandes
monopolios, la exención de impuestos al capital y la precarización del
trabajo (creando más y peores empleos), la política de superávit
primario con el desmantelamiento de los servicios públicos, el
endeudamiento creciente de las familias, la falta de perspectiva para la
juventud, El descrédito de la política y de los partidos políticos.
En diez años de gobierno, en ningún
momento los trabajadores fueron llamados a intervenir de forma
independiente y autónoma para cambiar la correlación de fuerzas en favor
de medidas de carácter popular y en defensa de sus derechos, atacados
por la ofensiva del capital y por la contrarreforma del Estado, bajo
mando del petismo, que impuso la cooptación y La desmovilización de la
mayoría de los movimientos sociales.
A poco más de un año del fin del
gobierno Dilma, y después de haber perdido el contacto con las calles a
cambio de permanecer en los gabinetes, vemos el esfuerzo tardío y
desesperado de los grupos que apoyan, levantando a toda prisa las
tímidas banderas reformistas abandonadas desde La primera toma de
posesión de Lula. Este esfuerzo ahora se da en una coyuntura
desfavorable para romper la alianza con la derecha moderada y superar la
política económica de continuismo neoliberal.
La movilización de la calle, que
comenzó por iniciativa popular, está ahora en disputa, pues la derecha
intenta secuestrar y carnavalizar el movimiento popular, canalizándolo
para sus objetivos. Ésa es recurrente de las clases dominantes, que
secuestran los movimientos iniciados por la izquierda y las conducen
para el pacto de las élites, como han sido los casos de Directas Ya y
Fuera Color.
Valiéndose de la justa indignación de
la población con el gobierno, los partidos de su base de apoyo y demás
partidos de orden, que manipulan las demandas populares y de los
trabajadores con fines electorales y después dan la espalda a estas
demandas, la derecha más ideológica y reaccionaria, que no fue comprada
por La maquinaria gubernamental del PT, se traviste de apartidista y
lanza a las masas desorganizadas y alienadas por los medios de
comunicación contra la izquierda socialista, estimulando el desorden
para, enseguida, exigir el orden.
Precisan echar de las calles a la
verdadera izquierda y sus propuestas revolucionarias, y así apoderarse
de las manifestaciones y no tener el contrapunto organizado y popular
frente a SUS embestidas desestabilizadoras, que cuentan con el apoyo
logístico y la mirada benevolente de sus colegas uniformados en horario
de servicio.
En este momento, la hegemonía del
movimiento es del campo moralista, antipartidario y "nacionalero" de
clase media, con consignas difusas y sectoriales. A esto se suma una
comprensible explosión de los sectores de la población hasta ahora
invisibilizadas por el discurso jactancioso del gobierno: individuos
que, en su mayoría provienen de las comunidades proletarias, cansados de
los abusos policiales. Se valen del tumulto para apoderarse de bienes
de consumo que codician en los anuncios en la televisión, pero que no
pueden comprar.
Las fuerzas fascistas, reducidas en
número, pero con el apoyo de los grandes medios de comunicación a su
discurso patriotero y antipartidista, se aprovechan de esa tendencia
para intentar conducir el movimiento hacia algún tipo de golpe
institucional "de masas" y dentro del orden legal, dejado intacto por
los gobiernos del PT. Como los golpes con tanques en las calles están
desfasados, pueden intentar formas golpistas en el parlamento y/o en el
poder judicial o acumular fuerzas para vencer en las elecciones de 2014.
Es como mínimo preocupante la
facilidad con la que los participantes en las manifestaciones, ninguna
de las cuales de organizaciones de izquierda, atacaron y ocuparon
simbólicamente la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro y, en Brasilia,
el Palacio Itamaraty y la cúpula del Congreso Nacional. Estos
enfrentamientos ocurrieron, en la mayoría de los casos, entre policías
uniformados y policías de paisano, incluyendo grupos paramilitares y
organizaciones fascistas.
Se anuncia, a partir de ahora, la
concentración de las consignas de la derecha en torno a la lucha contra
la corrupción y el restablecimiento del orden, roto por un desorden
provocado por ella misma. Es necesario recordar que la corrupción es
inherente al capitalismo y que, irónicamente, la bandera "contra la
corrupción" ya sirvió a la derecha para la elección de Fernando Collor y
a la falsa izquierda en los antiguos discursos del PT.
Los sectores de masas que hostigan a
los partidos de izquierda aún no perciben la diferencia de estos en
relación con los partidos sin rostro que las conducen y que deberían ser
objeto de revuelta popular, los que agreden físicamente a los partidos
de izquierda son paramilitares, no manifestantes.
La hostilidad contra los partidos de
izquierda se ve reforzada, además, por la profunda despolitización y el
conservadurismo de un nuevo sentido común que, incluso levantándose
contra de los efectos más evidentes del orden capitalista en crisis, se
muestra incapaz de ver las determinaciones más profundas de esta crisis,
relacionadas con el funcionamiento del propio sistema. Un sentido común
conservador impide que se perciba la actualidad y la necesidad de una
lucha anticapitalista que apunte a una alternativa socialista y
revolucionaria, haciendo que las personas caigan en el movimiento por el
movimiento y sin horizontes definidos, lo que ha llevado a un impasse
semejante a las manifestaciones similares de los indignados en Europa u
Occupy en EEUU.
El "huevo de la serpiente" adquiere
visibilidad. Detrás de este movimiento, están también militares de
derecha descontentos con el rumbo de la Comisión de la Verdad, el Opus
Dei preocupado con la venida del Papa y un conservadurismo religioso que
quiere aprovecharse de la situación para hacer retroceder los
conquistas de la lucha contra las discriminaciones.
Esta derecha es tan conservadora y
pro-imperialista que no acepta ni externalizar el gobierno a las fuerzas
reformistas que actúan al servicio de ella, de manera competente y con
la ventaja de ser agentes desmovilizadores de los trabajadores y
proletarios. Podrán haber, por lo tanto, divergencias en las clases
dominantes entre aquellos que, con lucidez, se siente cómodo con los
gobiernos del PT, y los que quieren asumir el poder ellos mismos.
Las fuerzas de derecha pueden estarse
aprovechando de la coyuntura desfavorable creada en América Latina
después de la muerte de Chávez, la vinculación de Colombia con la OTAN y
el golpe de Estado en Paraguay, así como la ola de protestas
diferenciadas que recorren el mundo, para acabar con la externalización
de los reformistas y tomar el poder directamente, a fin de restringir
aún más la ya restringida democracia burguesa e imponer la barbarie de
un capitalismo sin mediaciones y sin políticas compensatorias,
intensificando la explotación capitalista.
Con el agravamiento de la crisis del
capitalismo, el imperialismo puede querer descartar la alianza tácita
con los reformistas y acabar con la concurrencia hasta ahora consentida.
No es una coincidencia el nombramiento de la nueva embajadora
norteamericana en Brasil, vinculada al sionismo, la USAID y al Pentágono
y que fue embajadora en Nicaragua durante la lucha contra los
sandinistas, en Colombia en el auge de la ofensiva de Uribe contra la
insurgencia y el movimiento popular, y en Bolivia durante la tentativa
de separatismo y de desestabilización del gobierno de Evo Morales.
Hay una tendencia del movimiento a
partir de ahora a bifurcarse entre actos convocados por el campo popular
y por la derecha, preferentemente en los espacios, fechas y recorridos
diferentes. Los frentes con las fuerzas populares y las de izquierda
socialista tendrán que ser forjados en la lucha y en articulaciones a
partir de los espacios comunes de lucha, de los municipios y de los
estados, como condición para posibles unidades nacionales.
El PCB reafirma su línea estratégica
basada en el carácter socialista de la revolución brasileña y su
oposición a la izquierda en el gobierno petista que no es más que
reformista, rehén de la derecha y al servicio del capital. Ante los
ataques de los sectores golpistas más a la derecha, cerraremos filas al
lado de los trabajadores contra nuestro enemigo común.
No daremos apoyo a cualquier intento
de salvar el gobierno Dilma y reafirmamos que de ésta es la
responsabilidad mayor por la existencia de protestas y su giro a la
derecha, ya que el gobierno en ningún momento hace gestos de un cambio
real de su coalición con la burguesía. Por el contrario, vemos que se
refuerzan las apelaciones al "orden" y la "tranquilidad" y se anuncia la
propuesta de "unidad nacional", con la convocatoria de una reunión con
los gobernadores y alcaldes, iniciativas gubernamentales que sólo
preservan el status quo político en degeneración.
Travestida de retirada, la otra
solución apuntada para hacer callar el clamor provocado por el estallido
de la revuelta –el precio de los billetes de autobús– sólo hace
reeditar el mismo principio que mueve al gobierno: aumentar los
subsidios para las empresas, desviando fondos públicos para el lucro
privado. Tales medidas son vergonzosamente anunciadas en apariciones de
tv que unen a PT y PSDB para que, en el monopartidismo bicéfalo hasta
ahora dominante en Brasil, nadie aparezca "mal en la foto", pensando en
futuras elecciones.
Nuestra eventual unidad en un frente
antifascista coyuntural se dará con identidad propia, responsabilizando
al gobierno por los riesgos de fascismo, poniendo nuestras críticas y
propuestas tácticas y estratégicas. Quién tiene que ser protegido no es
el gobierno, sino los trabajadores, ante el riesgo de retroceso generado
por el impasse político de una coalición de fuerzas que los desarmó
contra sus verdaderos enemigos, a los que se alió en la ilusión del
desarrollo capitalista que se debería hacer lo imposible: satisfacer las
demandas de todos (burguesía y trabajadores).
A pesar de la actual hegemonía
conservadora sobre el movimiento, está lejos de ser resuelta esta
disputa. Pero el fascismo sólo será derrotado y la orientación del
movimiento sólo puede llegar a tener una vocación socialista, si se
vuelcan en la lucha los trabajadores y el proletariado en general, de
forma organizada, a través de sindicatos y movimientos populares
combativos y contrarios al orden imperante.
La única manera de abortar el germen
fascista es fortalecer una alternativa real de la izquierda socialista
para Brasil que abandone las ilusiones de un desarrollo pactado con la
burguesía monopolista y el fetiche de un orden democrático abstracto que
interese a ambas clases en disputa, reafirmando la necesidad de un
gobierno popular.
Para cualquier escenario, de avance o
retroceso, el frente de izquierda socialista y anticapitalista debe
construir un programa común, formalizar una articulación unitaria,
priorizando sus esfuerzos de unidad en acciones en el movimiento de
masas, para dejar de ser sólo una mera coalición electoral. Cuando
hablamos del frente de izquierda socialista y anticapitalista, no
tenemos como criterio exclusivo el registro electoral, sino que
incluimos las organizaciones políticas revolucionarias no
institucionalizadas y movimientos sociales a antihegemónicos.
El eje central para establecer un
diálogo con el movimiento de masas que expresa caóticamente su
descontento no puede ser una abstracta defensa del "orden y la
tranquilidad" y una continuación de lo misma con "más diálogo", sino la
incisiva declaración de que las demandas por educación , sanidad,
vivienda, transporte, contra de los gastos de la Copa, los desahucios,
la violencia policial, la privatización desenfrenada y el endeudamiento
de las familias, las precarización de las condiciones de trabajo y la
pérdida de derechos de los trabajadores no se explican por la afirmación
moralista contra la "corrupción", sino por los efectos esperados de la
opción por el desarrollo capitalista y el mito de que el crecimiento de
este orden podría llevar al mismo tiempo a los beneficios de los
monopolios y a la satisfacción de las demandas populares.
Es hora de decir que la vida no puede
ser garantizada por el mercado: sanidad, educación, vivienda, transporte
y otros servicios esenciales no pueden ser mercancías, son derechos y
deben ser garantizados por los fondos públicos que están siendo
utilizados prioritariamente para subsidiar y apoyar los grandes
monopolios capitalistas y los grandes bancos.
Este cambio exige superar los límites
de esta democracia burguesa que ahora se desenmascara, no una mera
reforma política para mantener en el poder a los mismos que siempre
mandan, sino el establecimiento de un verdadero gobierno popular que se
fundamente en formas de democracia directa y dar voz de hecho a la
mayoría de la sociedad y, principalmente, a los trabajadores.
El PCB, que no se intimidados por las
amenazas de la derecha, no saldrá de las calles, al lado de las fuerzas
de izquierda anticapitalistas y populares y levantará bien alto sus
banderas:
- ¡El fascismo no pasará!
- ¡No a la criminalización de los movimientos populares!
- ¡Desmilitarización de la policía!
- ¡Por la nacionalización del transporte público, la sanidad y la educación, bajo control de los trabajadores!
- ¡El petróleo es nuestro!
- ¡Por un frente de izquierda anticapitalista!
- ¡Por un gobierno popular!
Río de Janeiro, 23 de junio 2013
PCB - Partido Comunista Brasileño
Comité Central
(Agradecemos a los camaradas del PC de México la difusión de este texto en castellano)